NUESTROS VALORES FUNDAMENTALES
Aquí en Grace nos enfocamos en ocho valores fundamentales que creemos que son intransigentes. Estos valores nos ayudan a guiarnos mientras vivimos la comisión de Dios de amar y guiar a las personas en la verdad de Su Palabra.
La Palabra de Dios supera mis sentimientos.
Palabras Clave: infalible, inerrante, inspirada, autoritaria.
Soporte Bíblico: 2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:20-21; Hebreos 4:12; Tito 2:1-20
La oración cambia las cosas y me cambia a mí.
Palabras Clave: Intercesión; Adoración; Base Bíblica.
Soporte Bíblico: Mateo 6:7-13; Filipenses 4:6; 1 Tesalonisenses 5:17; 1 Juan 5:14-15
Cada persona tiene un siguiente paso.
Palabras Clave: Discipulado, Equipar, Tutoria, Reproducción.
Soporte Bíblico: Efésios 3:16-19; Mateo 28:19; 2 Timoteo 2:2
Gente salva, alcanza a otros.
Palabras Clave:Misiones locales, Misiones globales.
Soporte Bíblico: Mateo 28:19; Lucas 19:10;
1 Timoteo 1:15; 2 Pedro 3:9
Gente salva, sirve a otros.
Palabras Claves: Ministerio, voluntario, aprobado, dones espirituales.
Soporte Bíblico: 1 Corintios 12; Filipenses 2:1-8; Efesios 2:10; Romanos 12:3-8
No podemos dar más que Dios.
Palabras Claves: Mayordomía, tiempo, recursos monetarios, sacrificio, agradecimiento.
Soporte Bíblico; Hechos 20:35; Lucas 6:38; 1 Juan 3:17; 2 Corintios 8:1-5
Cada persona es importante.
Palabras Claves: Amor, comunidad, apoyo, respeto, relacional, unidad.
Soporte Bíblico: Juan 13:34-35; Gálatas 3:28; 1 Tesalonisenses 5:13-15; Hechos 2:42
Está bien no estar bien; simplemente no está bien quedarse así.
Palabra Clave: Transparencia, confesión, intercesión, responsabilidad.
Soporte Bíblico: 1 Samuel 16:7; 2 Corintios 5:16-17; Gálatas 6:1-5
Dios es creador del universo y autor de la vida. Dios es espíritu, y por lo tanto, es atemporal. Poseyendo soberanamente todo el poder y todo el conocimiento, Él nunca se cansa, gana fuerza o adquiere nuevos conocimientos. Él está omnipresente en el universo. Dios nunca cambia.
Dios es uno. Él existe eternamente en tres personas como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Cada persona de la Trinidad es de la misma esencia, co-igualmente Dios. Él sustenta providencialmente Su creación con la palabra de Su poder.
Dios se nos revela generalmente a través de la naturaleza y específicamente a través de Su Hijo y la Palabra de Dios, la Biblia. Existimos para glorificarlo y disfrutarlo para siempre. Gracias a la obra terminada de Jesús, podemos conocer a Dios como nuestro Padre santo y amoroso.
Jesús, el eterno Hijo de Dios, existe sin ser creado y es igual en deidad al Padre y al Espíritu Santo. El Mesías prometido y profetizado es el Verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros.
Mientras conservaba su naturaleza divina, Jesús se hizo hombre, naciendo de una virgen por obra del Espíritu Santo. Jesús es verdaderamente Dios y verdaderamente hombre. Aunque sin pecado, sufrió y murió por crucifixión como sacrificio expiatorio por nuestros pecados.
Sepultado en una tumba prestada, Jesús resucitó corporalmente de entre los muertos al tercer día. Subió a los cielos y de la misma manera volverá para juzgar a los vivos y a los que ya están muertos. Él reina para siempre y su reino no tiene fin.
Jesús es único entre otros líderes religiosos en el sentido de que no señaló un camino a seguir, sino que se declaró a sí mismo como “el camino, la verdad y la vida”. Jesús es el único camino a Dios.
El Espíritu Santo, tercera persona de la Trinidad, co-igual en deidad con Dios Padre y Dios Hijo, es el Consolador prometido, el Espíritu de Cristo, que vive en los que siguen a Jesús.
El Espíritu Santo no es una fuerza impersonal. El Espíritu tiene una mente, emociones y voluntad. Enseña, testifica, guía e intercede. Dirige, impulsa, envía y dota al pueblo de Dios.
Está presente en el mundo para hacer conscientes a los hombres de su necesidad de Jesucristo. El Espíritu Santo regenera corazones y vidas en cada creyente desde el momento de la salvación. Él proporciona al cristiano poder para vivir, comprensión de la verdad espiritual y guía para hacer lo correcto.
El Espíritu Santo trabaja para cambiarnos, para que seamos conforme a la imagen de Cristo. El cristiano busca ser lleno del Espíritu Santo y vivir bajo su control diariamente.
La Biblia, que contiene el Antiguo y el Nuevo Testamento, es la palabra de Dios inspirada e infalible. Escrita por autores humanos bajo la guía sobrenatural del Espíritu Santo, la Biblia es la principal fuente de doctrina, instrucción, corrección y reprensión.
La Biblia es la autoridad final para la fe y vida cristiana e incluye todo lo que se necesita para una vida piadosa. No se puede sumar, restar o reemplazar de ninguna manera. Cualquier mover del Espíritu Santo debe concordar con el estándar de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios y Su Espíritu nunca contradecirán.
Si bien hay muchas evidencias de la credibilidad de las Escrituras, como su mensaje unificado, su estilo majestuoso, su perseverancia a pesar de los esfuerzos por destruirlo y su evidencia manuscrita, es el testimonio interno del Espíritu Santo lo que finalmente convence al creyente de que La Biblia tiene autoridad.
La humanidad está hecha a imagen de Dios. Debido a que estamos hechos a Su imagen, somos únicos entre la creación y tenemos un valor especial derivado de nuestro creador. Hecho a imagen de Dios, Él define nuestra identidad y le pertenecemos. Nuestro propósito no puede separarse de Él.
Aunque Dios nos diseñó para la plenitud y la comunión con Él, nos alejamos de Dios a través de la desobediencia. Como resultado, todos los seres humanos nacen con una naturaleza pecaminosa y eligen pecar contra Dios. Debido a que estamos espiritualmente muertos en nuestro pecado, somos incapaces de recuperar una relación correcta con Dios a través de nuestros propios esfuerzos.
Jesús es el único camino a Dios. No hay otra forma de salvación. Al confiar en Jesús, somos salvos de la maldición y el castigo del pecado y podemos disfrutar de una vida eterna y abundante que comienza cuando creemos.
Siguiendo el patrón de este mundo, una vez vivimos bajo la influencia del enemigo y éramos por naturaleza merecedores de la ira de Dios. Estábamos muertos en nuestras transgresiones y pecados sin esperanza, y a causa de nuestro pecado contra un Dios santo, merecíamos el castigo eterno en el infierno. Ninguna cantidad de superación personal, buenas obras o religión podría compensar nuestro pecado.
Pero Dios, que es rico en misericordia y amor para con nosotros, nos dio vida por medio del Evangelio de Jesucristo, aunque estábamos muertos en nuestros pecados. Él nos salvó, no por nuestra bondad o nuestras buenas obras, sino según Su propia misericordia y por Su propio nombre. Él nos lavó, regenerándonos y renovándonos por el Espíritu Santo, que derramó sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador.
La Biblia enseña que si confesamos con nuestra boca que Jesús es el Señor y creemos en nuestro corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, seremos salvos. A los que reciben a Jesús, creyendo en Su nombre, Dios les da el derecho de llegar a ser Sus hijos. Hemos nacido de nuevo, resucitado y sentado con Cristo. Además de la paz, la reconciliación y el acceso, se nos ha dado una herencia como hijos que nunca se echará a perder ni se desvanecerá.
Fuimos creados para existir para siempre. Los que siguen a Cristo existirán eternamente junto con Cristo en el reino de los cielos. Los que no conocen a Cristo serán separados de Dios en tormento eterno.
Creemos que Jesucristo regresará a la Tierra de manera personal y visible de acuerdo con las promesas de las Escrituras. Su regreso será con el propósito de establecer Su gobierno y autoridad absolutos sobre la tierra. Los cristianos tienen el desafío de ser vigilantes y obedientes hasta su regreso.
Si bien hay muchos puntos de vista sobre la segunda venida de Jesús, creemos que los cristianos deben esperar su regreso con gran anticipación mientras siguen obedientemente el mandato de la Gran Comisión.
Todas aquellas personas que reconocen a Jesucristo como Salvador y Señor forman la única Iglesia verdadera. La iglesia local es un microcosmos de esa iglesia universal, en la que cada persona juega un papel importante. Somos un solo cuerpo formado por diferentes miembros, todos parte importante de la misión que se nos ha encomendado.
Dios promete que cuando se reúnen dos o tres, Él está presente entre nosotros de una manera especial. Nuestras reuniones cumplen tres funciones importantes: adoración, discipulado y evangelismo.
Para la Adoración a Dios
Nos reunimos los domingos para adorar y servir al Señor. Dios no vive en el edificio de la iglesia sino en los corazones de cada creyente en Cristo. Entonces, cuando los salvos por Jesús se reúnen para adorar a Dios, tenemos un sentido especial de Su presencia. Nos animamos mutuamente en nuestra adoración, pero, más importante aún, nuestra adoración glorifica a un Dios digno.
Para la Enseñanza de los Creyentes
Nos reunimos para estimularnos unos a otros hacia el amor y las buenas obras. El discipulado de los creyentes es clave para la salud de nuestra iglesia. Dado que la misión de la Iglesia es ir al mundo a hacer discípulos, priorizamos la madurez de los creyentes a través de la enseñanza de la Palabra de Dios para que estén preparados para la obra a la que son llamados.
Para el evangelismo de los incrédulos
El evangelismo también debe ocurrir más allá de las paredes de nuestro edificio, pero es imperativo que el Evangelio se presente cuando nos reunimos. En nuestro contexto, los no cristianos asistirán a la iglesia, si se les pide, y muchos feligreses no son cristianos. Por lo tanto, nos esforzamos por crear un entorno en el que todas las personas sean bienvenidas. Debido a que nos damos cuenta de que los incrédulos asisten a nuestra iglesia, intentaremos aprovechar y redimir la cultura para el Evangelio. Confiamos que es a través de la predicación de la Palabra de Dios que la fe nace en el corazón de un creyente.
Donde solo hay una dimensión —de adoración, enseñanza o evangelismo— puede haber un movimiento, una cruzada o una conferencia, pero no una iglesia. Una iglesia está hecha de los tres componentes. Nos esforzamos por operar con todas las funciones pastorales de la iglesia.
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